jueves, 10 de mayo de 2012

La concepción constructivista del aprendizaje escolar y de la enseñanza Escuela, cultura y desarrollo


La existencia de la institución escolar es algo tan inherente a nuestra sociedad y a nuestra
forma de vivir que a veces o no nos preguntamos por qué hay escuela o bien damos a esa
pregunta respuestas un poco simples («para guardar a los niños y distraerlos», «para
reproducir la cultura establecida»). No vamos a entrar en un análisis ni siquiera breve de lo que
supone la escuela en el seno de las sociedades occidentales, aunque sí quisiéramos señalar
que si no podemos entender el desarrollo humano sin cultura, difícilmente podremos entenderlo
sin atender a la diversidad de prácticas educativas a través de las cuales accedemos e
interpretamos de forma personal dicha cultura, prácticas en las que cabe incluir las escolares.
Mediante estas prácticas se intenta asegurar una intervención planificada y sistemática dirigida
a promover determinados aspectos del desarrollo de los niños y niñas.
Es evidente que a través de la escuela -y a través de la familia, de los medios de
comunicación- entramos en contacto con una cultura determinada, y que en ese sentido, se
contribuye a su conservación. La preocupación por una escuela alienadora y estática ha sido
una constante entre pensadores de diversas disciplinas, que han llamado la atención sobre
este peligro, por otra parte extensivo a otros marcos educativos y, por supuesto, a otras
instituciones sociales.En lo que se refiere a la escuela, negar su carácter social y socializador parece bastante
absurdo; en realidad, ésa es una de las razones de su existencia. Al tiempo, en lo que se
refiere al alumno, quedan lejos ya las explicaciones que le situaban en un plano reactivo,
incluso pasivo, ante lo que se le ofrece como objeto de aprendizaje. En esas explicaciones, era
razonable el temor de una escuela fundamentalmente alienadora y conservadora. La educación
escolar promueve el desarrollo en la medida en que promueve la actividad mental constructiva
del alumno, responsable de que se haga una persona única, irrepetible, en el contexto de un
grupo social determinado. Los bebés aprenden muchas cosas en el seno de la familia; sus
padres realizan esfuerzos notables para enseñarles determinados aspectos cruciales para su
desarrollo. A nadie se le ocurre oponer la función educadora de los padres al papel activo del
niño en su aprendizaje.
La concepción constructivista del aprendizaje y de la enseñanza parte del hecho obvio de que
la escuela hace accesible a sus alumnos aspectos de la cultura que son fundamentales para su
desarrollo personal, y no sólo en el ámbito cognitivo; la educación es motor para el desarrollo
globlamente entendido, lo que supone incluir también las capacidades de equilibrio personal,
de inserción social, de relación interpersonal y motrices. Parte también de un consenso ya
bastante asentado en relación al carácter activo del aprendizaje, lo que lleva a aceptar que éste
es fruto de una construcción personal, pero en la que no interviene sólo el sujeto que aprende;
los «otros» significativos, los agentes culturales, son piezas imprescindibles para esa
construcción personal, para ese desarrollo al que hemos aludido.
En el sentido expuesto, este marco explicativo permite integrar posiciones a veces muy
enfrentadas; no opone el acceso a la cultura al desarrollo individual. Al contrario, entiende que
éste, aun poseyendo una dinámica interna (como Piaget ha mostrado) toma cursos y formas
dependientes del marco cultural en que vive la persona en desarrollo; entiende que dicho
desarrollo es inseparable de la realización de unos aprendizajes específicos. Por el mismo
argumento, no opone construcción individual a interacción social; se construye, pero se enseña
y se aprende a construir. En definitiva, no se opone el aprendizaje al desarrollo, y se entiende
la educación -las diversas prácticas educativas en que participa un mismo individuo- como la
clave que permite explicar las relaciones entre lo uno y lo otro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario