jueves, 10 de mayo de 2012

Aprender es construir


El aprendizaje contribuye al desarrollo en la medida en que aprender no es copiar o reproducir
la realidad. Para la concepción constructivista aprendemos cuando somos capaces de elaborar
una representación personal sobre un objeto de la realidad o contenido que pretendemos
aprender. Esa elaboración implica aproximarse a dicho objeto o contenido con la finalidad de
aprehenderlo; no se trata de una aproximación vacía, desde la nada, sino desde las
experiencias, intereses y conocimientos previos que presumiblemente pueden dar cuenta de la
novedad. Podríamos decir que con nuestros significados nos acercamos a un nuevo aspecto
que a veces sólo parecerá nuevo pero que en realidad podremos interpretar perfectamente con
los significados que ya poseíamos, mientras que otras veces nos planteará un desafío al que
intentamos responder modificando los significados de los que ya estábamos provistos de forma
que podamos dar cuenta del nuevo contenido, fenómeno o situación. En ese proceso, no sólo
modificamos lo que ya poseíamos, sino que también interpretamos lo nuevo de forma peculiar,
de manera que podamos integrarlo y hacerlo nuestro.
Cuando se da este proceso, decimos que estamos aprendiendo significativamente,
construyendo un significado propio y personal para un objeto de conocimiento que
objetivamente existe. Por lo que hemos descrito, queda claro que no es un proceso que
conduzca a la acumulación de nuevos conocimientos, sino a la integración, modificación,
establecimiento de relaciones y coordinación entre esquemas de conocimiento que ya
poseíamos, dotados de una cierta estructura y organización que varía, en nudos y en
relaciones, a cada aprendizaje que realizamos.
Un sencillo ejemplo nos permitirá ilustrar este proceso. Cuando leemos un documento sobre
los contenidos escolares que habla de que éstos están integrados no sólo por hechos y
conceptos, sino también por contenidos procedimentales y actitudinales, en general no nos
limitamos a registrar esta afirmación, sino que intentamos comprenderla. Para ello,contrastamos nuestra idea de «contenido escolar», que puede encontrarse más o menos
próxima a la nueva afirmación con ésta, en un proceso que nos lleva a identificar los aspectos
discrepantes, a establecer relaciones entre los que no lo parecen, a explotar al máximo nuestro
conocimiento previo para interpretar lo nuevo, a modificarlo y a establecer nuevas relaciones
que permiten ir más allá. Siguiendo con el ejemplo, quizá un profesor perciba que muchos de
esos «nuevos» contenidos ya estaban presentes en su centro, y que la novedad reside más
bien en que se trata de hacerlos explícitos, es decir, planificarlos, enseñarlos y evaluarlos. Otro
profesor, a su vez, puede experimentar un conflicto para discernir entre los contenidos
procedimentales y las estrategias que él utiliza para enseñar a los alumnos; incluso puede ser
que su comprensión le lleve a con fundir ambas cosas y que no sea consciente de ello.
En los dos casos, parece evidente que la experiencia personal y los conocimientos de cada
uno determinan la interpretación que realizan. Ésta depende también de las caraterísticas del
propio contenido. Dado que los capítulos tercero y cuarto analizan exhaustivamente el
concepto de aprendizaje significativo y el papel esencial de los conocimientos previos, no
vamos a insistir aquí en ello. Señalaremos, simplemente, que la noción de aprendizaje
significativo no es sinónima de la de aprendizaje finalizado (de paso, ¿es esto posible?); el
aprendizaje es significativo en la medida en que determinadas condiciones se encuentran
presentes; y siempre es perfeccionable. En la misma medida, ese aprendizaje será
significativamente memorizado y será funcional, útil para seguir aprendiendo. La significatividad
y funcionalidad del aprendizaje nunca es cuestión de todo o nada.

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